Guardo buenos recuerdos de esas semanas pero este momento a lo Solo en casa, a lo Julio Camba que vivía en el Palace, a lo abuela de Jimmy Barnatán que comía a diario en el Cipriani, que había sido iniciativa nuestra y un subidón importante, sin duda, sobresale de toda la experiencia. Y hoy, contra todo pronóstico, resulta ser un aprendizaje.
Según escucho en el podcast de Marian Rojas-Estapé, las redes sociales están afectando a nuestro sistema neurológico de recompensas pues tanto contenido non stop sin esfuerzo nos hace adictos a activar la dopamina (la hormona del placer) de forma constante. Es decir: hace que necesitemos «estar arriba» todo el tiempo aunque no esté ligado a una meta cumplida, una determinación tomada o un servicio brindado. Y cuando esto no ocurre, surge la impaciencia, la frustración y, en algunos casos, el bajón, sensaciones que afectan personal pero también profesionalmente. Aparecen entonces el pánico al lunes y la desmotivación. Necesitamos un empuje extra por hacer nuestro trabajo cuando, me temo, la vida es dura y como decía Don Draper a Peggy en Mad Men:
Don: It's your job! I give you money, you give me ideas.
Peggy: And you never say thank you.
Don: That's what the money's for!
Por ello, surgen los Chief Happiness Officer, el Employee Experience, los incentivos emocionales, que no son subidas de salario o promociones sino distintos formatos de «palmaditas» para que te sientas valorado.
Como esto no se da siempre o en todas las empresas, hoy quería aconsejar algo tan simple como venirse arriba de motu propio. Sin ser naïve (si eres infeliz o no estás creciendo, cambia de trabajo), sino para ser capaces de hacer autorreconocimiento.
Comprar una campana para tocarla cuando los tratos gordos se cierran, hacer un canal en Slack llamado «Piropos», poner una notificación para que se avise de tu cumpleaños y el de tus compañeros… Como quien hace la cama para luego encontrarse con un cuarto ordenado, pequeñas cosas porque ya sabemos que «es una lata el trabajar» pero «todos los días te tienes que levantar».
A lo Kennedy, no te preguntes qué puede hacer tu empresa por ti…
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