II. Chief Happiness Officer, Customer Experience Ninja, Vice president… Soy la primera que usa anglicismos marketinianos cuál «brilli brilli» de los cupcakes como dice Antonio Resines. Con purpurina todo suena mejor. Por eso lo hago pero a la vez me contradigo riéndome con (y de mi misma) la escena de El triángulo de la tristeza en el que uno de los rusos del crucero (véase trailer) cuenta cómo se ha hecho millonario de una manera llana y GENIAL al estilo Bridget: «Vendo mierda». En vez de «exporto eco-fertilizantes de última generación».
III. «Es que somos fenicios», le dijo un empresario de éxito a mi amigo. Su compañía era en apariencia menos sexy pues no tenía el mejor branding, story telling, publicidad o RRSS pero triunfaba por su actitud fenicia.
IV. Los fenicios fueron un pueblo de la antigüedad con una vocación comercial que les llevó a asentarse en colonias estratégicas por todo el Mediterráneo. Leyendo sobre ellos, me ha llamado la atención cómo, en vez de dedicarse a la fabricación y venta de motivos artísticos propios y «hacer marca», inundaron el mercado de joyas, adornos, bronces, grabados con escenas y elementos decorativos de las civilizaciones vecinas de Asia y principalmente de Egipto, teniendo así más compradores de capacidad adquisitiva. En Grecia, en Etruria, en el Lacio, en Tartessos, se vendían las «preciosidades» de los artesanos fenicios que actuaban convencidos de que lo más provechoso era poner las tradiciones de otros al servicio de las empresas que tanto beneficio y prestigio les dieron.
V. Coca Cola vende felicidad. Manolo Bakes surgió de Pastelerías Manolo. Unas gafas o la historia de Hawkers. Sin construcción de marca cuesta creer que se pueda tener un futuro. Por otro lado, son muchos los ejemplos de compañías que hacen estar a sus dueños en la lista Forbes y de los que no sabes prácticamente nada.
VI. No sé si le contaré a mis nietos que era comercial, como me define Hacienda, o que me dedicaba a democratizar y digitalizar un sector terminado en tech pero lo que sí que tengo claro, es que: «no es lo que vendes, sino cómo lo vendes» está muy bien… Pero sin pasarse.
Hay que encontrar el equilibro. A ver si uno va acabar vendiendo mierda de verdad, con la que no quieran abonar nada ni a los que les gustas «tal y como eres».