«Los mejores libros son aquellos que quienes los leen, creen que también ellos pudieron haberlos escrito», Blaise Pascal

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Un mundo interior

Muchacha en la ventana de Salvador Dalí

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I. Uno de esos experimentos que, si tienes hijos, quizá has tenido que hacer contra natura este verano (con tal de no meter otro bártulo en la mudanza que suponen las vacaciones) es que tus criaturas pasen de cuna a cama cuando sólo conocían un descanso entre barrotes. Y tiene gracia pues lo que tiende a ocurrir es que caerse al suelo sea el menor de los problemas y la omnipresente canción de Frozen (¿por qué tuvieron que inventar más princesas Disney?) salga de la pantalla y Libre sooooy, libreeeee sooooy (la BSO de dicha película) campe a sus anchas.

Tu minion, a quien habías arropado y dado el correspondiente beso de buenas noches, juega al escapismo a lo prófugo de la justicia a las 11:00 de la noche (6 de la mañana en hora adulta), ahora está y ahora ya no está, para encontrarla en el salón, a oscuras y en silencio, mirando por la ventana.

«La mato», seguido de «pero qué graciosa», seguido de «pero qué peligro», seguido de «¿cuánto llevará ahí?», seguido de la frase definitiva por verla ensimismada observando a los paseantes en una noche de verano...

«Debe de tener mucho mundo interior».

II. «Celia, hija mía, ¿Qué vas a hacer con tanta fantasía? Celia, cállate, "be quiet, you are a naughty girl". Celia, chiquitina, nunca serás emperatriz de la China...».

En el cine y en las series hay narradores omniscientes memorables, hay personajes que piensan en alto, hilos conductores a través de una voz invisible, otros que se dirigen directamente a la cámara... Está Fleabag, está American Psycho, está Woody Allen pero muy por encima, bajo mi criterio caprichoso y absurdo, está Celia y sus pensamientos en la serie de TVE basada en las novelas de Elena Fortún.

El razonamiento, conclusiones y demás descalabros de la lógica infantil de Celia, siempre me hicieron gracia pero fue leyendo sobre Space Out, un concurso que se da en Seúl «de no hacer nada», cuando me di cuenta de quien seguro podría haber ganado algo así: una niña rubia de 7 años nacida en Madrid, que no se aburría nunca pues en su cabeza ocurría de todo y lo que esto significaba.

III. Leyendo en julio LOC, cerveza en mano tras un baño en la piscina pero con sumo detenimiento como si fuese The Economist (verano TE QUIERO), me encuentro con un reportaje sobre el noviazgo de Ernesto de Hannover con la reputada artista Claudia Stilianopoulos. Se trataba de un extenso artículo sobre su vida en Madrid y unos detalles y cotilleos, quizá verdaderos, quizá falsos, seguro cuestionables, con un párrafo sobre los padres de la escultora que me encantó.

«A ellos les debe ser una mujer culta y cultivada, a quien llevaron por todos los museos del mundo. Con su madre comparte vida interior y espiritualidad», decía. Y me llevó a un nuevo convencimiento: que la sorpresa y el encanto, incluso la reflexión y el aprendizaje, se pueden encontrar en los sitios más insospechados por accesibles para todos... Como la prensa rosa.

IV. El verano como la niñez siempre acaba pero no debemos dejar que por haber menos tiempo libre para viajar, para hacer planes, lo haga en nuestra cabeza y así en este comienzo de curso usar la literatura, la música, el arte, lo inútil de Nuccio Ordine, lo que siempre estuvo ahí, para hacer crecer nuestro mundo interior o lo que es lo mismo la imaginación (una idea), la fantasía (y si puedo hacerla), la creatividad (cómo hacerla), sin ego (no me creo nada, ni nadie) y saber estar solo pero solo de verdad, sin el móvil (asumo que lo que viene, conviene).

Que en nuestro mundo (interior) sea verano todo el año.

¡Chin-chin!