«Carecer de libros propios es el colmo de la miseria», Benjamin Franklin

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¿Qué pensarán mis amigos del rock?

El genio de la lámpara

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El otro día me saltaba en Instagram una entrevista a Leiva con su nuevo grupo The Guapos en la cuál contaban cómo había surgido una de sus últimas canciones. Entre risas, explicaban cómo un pantalón ochentero y «horrible» y una camiseta que ponía Paranoia Pop, no serían aprobados por los Amigos Del Rock, título de la canción, y como a raíz de este caso empezaron a sacar todos los comportamientos que no estarían bien vistos escribiendo así esta letra. «Ya no visto de negro y creo en el amor», «aunque es sábado noche no me late salir», «no me pierdo ningún evento familiar»...

Como a Leiva, confieso que «lo que digan los demás, está de más» es un mito. A todos nos importa lo que piensen otros y más cuando son del gremio, de tu oficina, de tu equipo y obviamente tus jefes. No como signo de debilidad, de baja autoestima o problemas de confianza personal, no hablo de tener el síndrome de Solomon, sino porque la aprobación exterior en el trabajo es necesaria, es importante.

Ser reconocidos por terceros ayuda en el bienestar laboral. Sentirse valorados es vital para la motivación diaria; incluso llegando a ser igual de importante que el salario o el potencial de desarrollo profesional que pueda haber en la empresa.

Además y aquí va la gran sorpresa, el reconocimiento, a diferencia del sueldo o la proyección, puede darse en todas las compañías, desde la más grande hasta la más pequeña, porque es fácil de implementar, puede hacerse en todos los niveles del organigrama y lo mejor… ¡Es gratis!

No dar el trabajo de los otros por hecho, dar las gracias, destacar esos pequeños logros en público o de tú a tú, interesarse... Creo firmemente en la llamada «palmadita en la espalda» cuando las cosas se hacen bien. Como algo que aporta, premia, incentiva y entiendo que, en su medida (obviamente hay más factores), reduce la huida de los mejores.

Por ello, este nuevo curso, me he propuesto no dejar que las prisas o que no está específicamente entre mis tareas me jueguen una mala pasada. ¿Se ha hecho algo bien? Identificarlo, pensarlo y luego aplaudirlo. TE VEO, TE RECONOZCO, TE VALORO. Para que vaya como vaya el día, cuando me meta en la cama y me asalten las dudas, puede que no sepa qué pensarán ellos… pero sí que sé que ellos lo sabrán.