II. Últimamente se habla mucho de las ventajas de las empresas camello con un modelo de negocio sólido y sostenible frente a los unicornios capaces de crecer a gran velocidad y tener una valoración increíble pero cuyo titular tiende a reducirse a cuánto dinero han levantado en vez de cuánto han ganado. Las diferencias son muchas y como bien defiende en esta red Jorge Araujo Muller, fundador de No Bullshit Talk, la gran mayoría de veces conviene incluso ser menos sexy pero ir despacito con buena letra en el camino a la rentabilidad. Y estoy de acuerdo, sobre todo en tiempos de incertidumbre cuando el dinero es más caro y la travesía puede ser más dura si no tienes las reservas de agua suficientes, pero con un perfil bajo, ¿cómo podemos destacar, hacer marca o simplemente hacernos un hueco?
III. Uno de los principios de liderazgo de Amazon es la frugalidad que destaca a aquellos líderes que logran más con menos. Con un gran presupuesto, las ideas son fácilmente ejecutables, pero «las limitaciones fomentan el ingenio, la innovación y la autonomía» y «hacer el mejor plato que puedas con los ingredientes que tienes», como titulaba su último post Antonio Espinosa de los Monteros, eso sí que tiene mérito.
IV. Mi madre y yo siempre nos reíamos al ver Project Runway, una especie de Maestros de la Costura americano en el que el mayor piropo que te podía decir el jurado al ver tus creaciones era: «It looks expensive». Ni qué buen tejido o qué color más bonito, la mejor valoración era decirte que parecía caro.
V. En un podcast, escuchaba a Isabel Coixet contar cómo si se ponía a llover y por tanto no se podía rodar una escena, cambiaba el guión. No esperaba a que hiciese bueno pues implicaba un día más de rodaje con sus gastos y por ello reescribía la historia. Me pareció algo único cuando realmente estaba al alcance de todos.
VI. En un capítulo de Girls, la serie de Lena Dunham, Hannah la protagonista no puede contener la emoción al descubrir (y llevarse un buen lote) que todos los snacks de la redacción de GQ donde acaba de empezar a trabajar, son gratis. Al ir de nuevo a asaltar la nevera, otro empleado le resta importancia en modo «naturalidad ante al marisco», como dice el padre de una amiga. Y es que lo gratuito tiene a infravalorarse y a darse por hecho pero si se quitase, más de uno colapsaría.
Lo mismo ocurre con nuestro cerebro: olvidamos que está ahí, que no es una máquina tragaperras que necesite de una moneda para encenderse, que está a nuestra entera disposición, por lo que si en tu departamento se están haciendo recortes, si directamente no cuentas con presupuesto… Abre tu mente y piensa. Es gratis.
