Entrando en la adolescencia, descubrió el mus y pronto se aficionó hasta el punto de considerar cualquier/todo momento bueno para jugar una partida, sin importar la hora o el sitio. Y como ocurre con lo que a uno le apasiona (y más cuando necesitas enredar a otros tres), trató de captarme: «te cuento las normas, los trucos, qué significa cada carta, te explico qué son estos garbanzos…», con la misma paciencia y predisposición que luego, muchos años después, tendría para enseñarme a usar eficientemente excel.
La propuesta era buena pero, en ese momento, confieso que me daba una pereza tremenda y decliné sus ofrecimientos en varias ocasiones. «No sabes lo que te pierdes», me dijo pero yo ya empezaba a intuirlo… Y es que a los pocos días, entró en mi casa y me pilló en plena llamada con una amiga (recordemos que no había móviles y dependías de la poca intimidad de donde estuviese el teléfono fijo). «Tía, el lunes me llevo las cartas al cole, tenemos que aprender a jugar al mus como sea. Juega TODO EL MUNDO, nos vamos a quedar fuera». Colgué y vi a mi primo. El estruendo de su risa resonó por toda Europa pero peor fueron sus palabras.
«Te lo dije».
II. El otro día, un familiar que había venido de visita y que considero un gran y experto jugador de cartas, salía de mi casa con unos papeles que llamaron mi atención.
- «¿Qué es eso?», pregunté.
- «Las reglas de la canasta», me contestó.
III. Como en su momento me pasó con las clases de conducir, habré dado unas 50 clases de golf sin ningún tipo de avance. En cuanto a la conducción, es algo inevitable y no tengo aspiraciones de ser piloto de Fórmula 1 por lo que erre que erre, demostré lo básico y conseguí obtener el permiso. En cambio, cuando hablamos de deportes, nunca me he atrevido a salir al campo. Quiero ser amateur pero de esos que dejan jugar el primer día de campeonato con los profesionales.
En cambio, mi amiga de Richelieu, que podría estar en el LIV, no tiene problemas en jugar con personas de cualquier nivel. Siempre lo dice: «jouez mal, mais jouez vite». Juega mal pero juega rápido. Y pensé en mis cautelas…
IV. Si algo he aprendido en estos años de trabajar en una start up o empresa de nueva creación, es en actuar ante los retos en modo los Javis: «lo hacemos y ya vemos»; también llamado método lean y producto mínimo viable. Sacar, analizar, cambiar, volver a empezar. Acortando los tiempos y, por supuesto, sin esperar a lanzar por no tener el producto perfecto e ir desarrollándolo conforme a la demanda y circunstancias por el camino.
Como bien dice Jimmy Connors «el problema de la experiencia es que para cuando la adquieres, ya eres demasiado mayor para aplicarla». Y pienso en la sugerencia de una charla sobre inteligencia asertiva a la que asistí esta semana: «comportaros como niños porque haremos LEARNING BY DOING».
V. El otro día vino mi tía a casa y se dirigió al salón mientras yo trataba disimuladamente de ordenar y colocar, excusándome, los cuadros torcidos. Me encantó su comentario ante mis intenciones de arreglo: «en las casas donde los cuadros están torcidos es porque se limpia».
El movimiento es vida y puede no ser perfecto pero todos tenemos las tablas para trabajar, jugar, relacionarnos con lo básico. ¿Y qué pasa si no lo haces? Nada. Pero «¡nada!» le decían al que se ahogaba.
No seré cínica. Sigo sin saber jugar al mus. Tendré que lanzarme porque aunque todo apunta a que perderé, como puede pasarte en los negocios, quizá me ilumine la suerte del principiante.