I. Entre mis chorradas estivales está el enfrentarme al verano como si de una mudanza de ciudad se tratara y no lo digo por la maleta (que también); sino por la actitud ante el nuevo emplazamiento y mi sitio en él pues mientras antes hacía una Choo Do List (mis chorradas pueden llegar a límites insospechados) con mi amiga A. en la que iba tachando todas las cosas que queríamos hacer e íbamos haciendo ese agosto, ahora opto por los Morning Rituals (sigo teniendo pavo, sí) y me enfrento a la mañana cuál local con mis rutinas diarias.
Le encuentro placer a la repetición porque aunque en las tardes-noches dejo que el verano me sorprenda, al empezar el día me gusta bajar a la playa cuando todavía no hay mucha gente, darme un paseo de punta a punta tocando piedra, irme a las 12:00 a duchar, tomar el aperitivo, comer y echarme una siesta en la cama. Y así casi a diario, consiguiendo creerme que el verano nunca llegará a su fin, simplemente porque yo tengo mis usos y costumbres bien arraigadas, siento que vivo ahí.
Y el descanso tan anhelado llega sin preguntar tanto como desaparece la cuenta atrás con la que uno empieza y acaba el verano.
II. Si en agosto me dejo caer por la librería Gil de la plaza Pombo de Santander, en julio hay mañana de ritual obligatorio en Salamanca: distinguir cual es la catedral nueva y la vieja, buscar la rana, hacer algún recado (lotería de Navidad por si acaso), unos redesayunan en la plaza mayor, botellín en el Plus Ultra y parada en Letras Corsarias. Aquí siempre encontramos el Cuaderno de Vacaciones para adultos, algún tocho del que nos convencemos pero que nunca leeremos, los libros ligeros y el best seller del verano y con nuestro botín volvemos a casa satisfechos, con ganas de abrir la bolsa con todo lo comprado.
III. Gandhi dijo:
«Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino. Y tu destino será tu vida».
IV. La vida de Bastian dió un giro en una librería (La historia interminable, 1984). Helen encontró varios clásicos gracias a una librería (La carta final, 1987). Harry encontró a Sally en una librería (Cuando Harry encontró a Sally, 1989). Anna y William se conocieron en una librería (Notting Hill, 1999). Jesse y Celine se reencontraron en una librería (Antes del atardecer, 2004). La pista de Hugo estaba en una librería (La invención de Hugo, 2011).
Leo la genial idea de comportarnos en las librerías como en los bares. En vez de, «te invito a una copa» un «te invito a este libro» y a ver qué pasa. Recuerdo escuchar en un podcast a Carlos Marañón, director de Cinemanía, sobre cómo se quedó «encerrado» en la librería Ocho y Medio de Madrid con Quentin Tarantino. Me vienen a la mente las conversaciones íntimas que se llegan a tener entre lector y librero. Y cómo salí de una librería de La Coruña de cuyo nombre no logró acordarme sentenciando «el mundo es de los valientes» y cerré la puerta. Solo me faltó antes haber cogido mi sombrero del perchero y que fuera lloviese a mares para darle un toque aún más épico.
Porque toda verdad tiene estructura de ficción. ¿Cuál es tu historia?
V. Estos días, muchos me preguntan (qué ganas tenía de decir esta frase de influencer cuando en realidad solo han sido dos personas) sobre libros para leer este verano. Y me he equivocado con las recomendaciones pues si leo por la noche, me hago más fuerte, «el intelectual es sencillamente un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano »(George Steiner), «la intuición te pilla leído»(Margarit)... Es decir: leer, además de un pasatiempo, es lo más. Pero ir a librerías...
Ay.
Decía Fernando R. Lafuente, en un artículo de ABC sobre el último libro de Jorge Carrión, que «en una librería se confirma el viejo verso del surrealista Paul Éluard:
"Hay otros mundos pero están en éste"».
Que mejor momento que el verano para descubrirlos.
Nos vemos en una librería.