«La vida es un libro del que, quien no ha visto más que su patria, no ha leído más que una página», Filippo Pananti

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La teoría del enemigo común

De todo viaje: un aprendizaje

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Una recomendación no solicitada pero que siempre se da antes del matrimonio es que os vayáis a vivir juntos. Se trata de una propuesta que no da ningún tipo de garantía, puede salir bien o salir mal, pero que te salva de decir que no sabías que te crispaba su forma de colocar la ropa, de acaparar la televisión, sus ruidos al dormir mientras sales esposado del edificio y tus vecinos, con los que apenas te cruzaste, aparecen en televisión diciendo que «era gente muy normal» y «siempre saludaba».

Cuando el Gran Hermano no es posible, otra forma de detectar aquellos «detalles, detalles» que te sacan de tu casillas es haciendo viajes, hoy llamadas «escapadas», donde el intercambio no llega a su summun pero las manías y costumbres pueden salir a la luz. Este fue el caso, no con un novio, sino con unas amigas, donde tras una semana en un barco con menos camas que personas, pelo humano hasta en la nevera, un sistema de rotación de tareas, pude confirmar que en materia de convivencia el roce hace el cariño o todo lo contrario dependiendo si conoces y respaldas firmemente la teoría del enemigo común; cosa de la que no nos percatamos hasta la vuelta a casa. «¿Os habéis dado cuenta de que no hemos tenido ni una movida?». Y empezó a sonar el nombre del patrón F., a quien hoy tenemos cariño, pero que en el momento nos daba para largo por lo (poco) que conseguía su desinterés sumado a nuestro desconocimiento náutico (pese al intento con la dingui que casi acaba en tragedia).

Y es que, como bien afirma Juan Eyzaguirre en su libro Despropósito, «nada une más a un grupo humano que un enemigo común».

Trasladando esta experiencia al mundo empresarial y cómo usar esta fuerza de los villanos cuando la misión y la visión no son suficientes, pensando el otro día, me percaté en que muchas veces se centran todos los esfuerzos en encontrar al adversario, a ese enemigo común, en la competencia, llegando al punto de tomar decisiones únicamente en base a los movimientos del contendiente cuando, A MI PARECER, tener competencia es bueno pues indica que hay mercado suficiente, abre camino cuando es algo novedoso, inspira, motiva e incluso se pueden dar sinergías a futuro. Esto no es la carrera espacial. Y sobre todo, cuando estás en el llamado maturity stage se acabó el Zero to One de Peter Thiel.

A diario y para conseguir resultados, me resulta más práctico encontrar al enemigo en:

1. El conformismo. Cuando entrevistaron a Jeff Bezos tras adquirir el Washington Post o lo que viene siendo cuando ya era un ser superior de poder, dijo sobre Amazon: «In a sense it´s still day one. There´s still so much you can do with technology to improve the customer experience». Esta idea del día 1, que luego tengo entendido que es parte de la cultura de trabajo de la compañía, me caló. Con que ganas y que garra se coge todo lo nuevo, ¿qué mejor que seguir con esta actitud?

2. Las suposiciones. Escuchaba el otro día cómo alguien decía que «ojo que el año que viene tendremos que hacer esto (un super número) y un poco más» dando jamás por sentado que ese primer tramo saldrá solo. Y en efecto: nunca hay que dar nada por sentado. La experiencia facilita pero no hace que pasen las cosas porque sí. De ahí la mítica frase que da oportunidades a uno y se las quita a otros: «es que llevamos tanto tiempo siendo clientes que se han relajado».

¿Y cómo traducir esto? Pues definitivamente cómo los españoles que prefirieron traducir There will be blood como Pozos de ambición (En Latinoamérica es Petróleo Sangriento) o como los latinoamericanos que a Resacón en las Vegas lo llamaron ¿Qué pasó ayer?. Es decir, encontrando los términos medios y sin volverse locos pero siempre atentos a que ese enemigo tuyo sea común por si algún día y como es normal y natural, te duermes en los laureles, otro esté de guardia.

F. te echamos de menos.