De lo que ocurrió en la mañana de un sábado
09:15
-Me he dejado las llaves dentro y no puedo entrar en casa. Vaya, no pasa nada. Me voy. Pero y qué pasa con la compra. Ay mierda, que llega entre las 10:00 y las 12:00. Voy a llamar a cancelar la entrega. Vale, perdona. Joe, no lo consigo, nadie me coge, salta un buzón, pero llamo a M., del quinto, que si está en casa seguro que nos puede coger la compra.
09:30
-Claro, os la guardo, pero voy a salir ahora y vuelvo del gimnasio a las 11:00 más o menos. ¿Valdría? Claro, a ver si me cogen porque aquí me sale que están al caer pero entregan supuestamente hasta las 12:00. Vuelvo a llamar y te confirmo.
10:18
-Oye que no te confirmo, me acaba de llamar el repartidor que está aquí y encima en el carril bus y que no va a esperar más y que está harto, que son las 10:15. Le he explicado que le he estado llamando y que si sería posible hacer otras entregas y volver en una hora para hacer la mía y me ha colgado; así que a saber.
10:22
-M. perdona el lío, me acaba de llegar un email que se cancela el pedido y que me harán el reembolso. Un rollo, mil perdones y mil gracias.
10:30
Aún en pijama y habiendo tenido que saltarme el momento más placentero del día (tras desayunar, volver a meterme en la cama a leer-problemas del primer mundo-), tratando de retrasar la entrega sin éxito, me metí en la ducha. Cogí el gel, vi que era de Deliplus y pensé entonces que, ya que me la habían cancelado, ahora haría la compra por Mercadona, que está haciendo mucho bien, como lo que decían en Twitter de Inditex, que era más efectivo comprar en Zara que pagar impuestos, que incluso comprar ropa debería desgravar. Media sonrisa. ¿Pero en breve es el Black Friday? Igual miro alguna oferta para las cosas que pesan. No, mira, no te líes, lo mejor ir el domingo a Carrefour, usar la app que seguro que tengo alguna promo y ya está. ¿La fruta y la verdura también? Igual eso debería hacerlo con el de la esquina que es encantador. Como invitaba a hacer Peláez con las Gladys. La verdad es que debería comprar más por el barrio que luego me da rabia que cierren los sitios. Ay, que no se me olvide comprar el Planeta de la de El descontento en algunas de las librerías que dijo de Valencia. ¿Hice pantallazo? Sí. Y hacer un listado de los que van en Nochebuena, los de la comida de Navidad y la merienda de Reyes a ver quien y cuántos me salen. ¿Los niños? ¿Lo mismo para todos? ¿Qué amigos míos tienen negocios? ¿Algo podría cuadrar? Qué dineral. Y además como la compra, gasto inevitable. Pero bueno, estoy a tiempo de hacerlo con cabeza...
Cuando ya tenía los dedos de las yemas de los dedos arrugados y parecía un personaje de ¿En qué piensan las mujeres?, sonó el móvil:
-Soy el repartidor. ¿Está ahora? ¡Sí! Espere. M., que ha vuelto, baja por favor. Perfecto, me encargo.
Y esto fue lo que ocurrió en la mañana de un sábado. De cómo un bote de gel me obligó a pensar sobre gasto consciente.
Viernes de Black Friday. Llega la Navidad.
Gracias bote.