Con I wonder de fondo, me acerqué a mi biblioteca y cogí La conjura de los necios de John Kennedy Toole. Escrito a principios de los años 60, el autor no consiguió que se editase. El «fracaso» le llevó al suicidio con tan solo 32 años pero una madre nunca tira la toalla y en 1980, ya con 79 años, gracias al apoyo del gran novelista Walker Percy y una pequeña editorial universitaria de Louisiana, cosa muy poco prometedora, el libro no solo se publicaba sino que lo hacía con la crítica más entusiasta y unánime, ganando el premio Pulitzer en 1981.
En mi periplo por mi casa, entre Rodríguez e Ignatius Reilly, encendí la tele. Ponían la genial película sobre Maurice Flitcroft, el «peor jugador de golf de la historia» que se coló en el Open británico en 1976 consiguiendo el peor resultado jamás visto (121 golpes) y sus siguientes hitos por campos del Reino Unido pero al revés: perdiendo siempre. Maurice era malo a rabiar pero en vez de venirse abajo, continuó y cuando estuvo a punto de tirar la toalla, llegó su mayor recompensa: su familia y él fueron invitados por un club de golf en Michigan donde llevaban años celebrando en su honor el campeonato Maurice Flitcroft y en el que, por supuesto, ganaba el peor jugador.
Big in Japan es una canción de Alphaville pero también define cuando algún cantante o banda de origen occidental no obtiene los resultados esperados en su lugar de origen pero en cambio en Japón, el segundo mercado musical después de Estados Unidos, lo peta.
Jonás Trueba, que acaba de estrenar Volveréis, era preguntado en el Hotel Jorge Juan por un lema presente en su día a día y respondió con un aforismo de Juan Ramón Jiménez: «gustar, pero no demasiado». En definitiva, no obsesionarse con gustarle a todo el mundo. Por su parte, Camilo José Cela en la dedicatoria de una vieja edición de La familia de Pascual Duarte era más claro: «A mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera» y comentaba en ABC «la mantengo por rigurosas razones de necesidad y de seguridad, puesto que todavía no los enterré a todos».
Internet, las redes sociales, las mil y un plataformas nos abren un mundo de posibilidades increíbles: nos permiten acceder hasta el apuntador. Pero ya sea un producto, un servicio o nuestro propio perfil personal, no somos Pokémon, no puedes hacerte con todos. Con todos para leerte, seguirte, pagar y querer a tu marca pero si entiendes esto, quizá pueda pasarte como a la Coca Cola, que no todos la toman pero todos piensan que da la felicidad.
Todo tiene su público. Segmenta y verás.