En uno de sus últimos newsletters, explicaba que a diferencia de lo que creíamos cuando éramos hermosos y malditos, que crecer era «sinónimo de madurar y que madurar es equivalente a alcanzar una paz imaginada», con el paso del tiempo ya separados de esa maravillosa ingenuidad, observamos que «crecer es más parecido a envejecer y que envejecer se parece más a descubrirse cambiando radicalmente de opinión ante una creencia que nos parecía inmutable». Mis conexiones cerebrales me llevaron primero a Rosa Belmonte y la anécdota que contó en El Hormiguero sobre el amigo del crítico teatral César Oliva, que al salir juntos de ver una obra, le preguntó: «César, ¿nos ha gustado?». Luego me trasladaron al post de Koro Castellano sobre el síndrome del impostor en el que explicaba que, aun teniendo una impresionante trayectoria de éxitos y experiencias, había dudado de sus capacidades para un nuevo puesto. Por último, pensé en uno de los mejores titulares del año: una entrevista en Expansión a Alfonso Aijón, fundador de Ibermúsica, que declaraba que «dudar es un signo de fortaleza». Los astros trataban de decirme algo... Titubear, interrogarse, desconfiar, vacilar, recelar, actitudes que a priori me parecían un signo de debilidad e inestabilidad, de que no te estabas enterando, de que no tenías las cosas claras, eran en realidad una demostración de humildad, de reflexión y aprendizaje. ¿Dudar tenía su aquel?
II. Estos días le daba vueltas a la bienintencionada costumbre de preparar un plan de negocio como primer paso para montar y desarrollar una empresa. Un punto de arranque que consideraba de lo más esencial pues describías la idea, explicabas el producto o servicio, contabas en una presentación de lo más atractiva los credenciales del equipo, la misión, las acciones de marketing y los números. Construías un documento que invitaba a soñar, que jamás había puesto en duda, pero entonces recordé el que hice para el portal www.enunalibreria.com (ver foto en comentarios) y tuvo que llegar Mike Tyson a noquearme: «todo el mundo tiene un plan hasta que te parten la boca».
Y es que, al analizar empresas que realmente han innovado y hasta creado un nuevo mercado, me percaté que hacer una proyección a cinco años de increíbles resultados era, sin duda, un aliciente estupendo para lanzar un proyecto, te entusiasmas, sumas adeptos, pero como el papel lo aguanta todo y del dicho al hecho, hay un trecho, NO ERA SUFICIENTE y corrías el riesgo enorme de acabar con unos folios perfectamente encuadernados pero mojados.
III. ¿Tu idea propone algo más personalizado para el consumidor (creer que tienes chofer porque usas Cabify)? ¿Cierras el círculo de venta (las 25 vidas de las botellas de vidrio de Coca Cola)? ¿Pones en uso un activo y lo haces colaborativo (meter tu casa en Airbnb)? ¿Aplicas un precio en base a su uso (suscripción Prime o soldado raso)? ¿Reduces costes para ser más eficiente (conectas apis en vez de hacer desarrollo propio)? ¿Trabajas de una manera agile capaz de adaptarse a los cambios constantes de esta era? ¿Cómo aportas valor? ¿Tienes un plan o tienes un modelo de negocio?
El caso del Ipod me encanta. Se lanzó al mercado en 2003 y en solo 3 años se convirtió en un éxito. No por haber llegado el primero; en 1998, Diamond Multimedia había lanzado un MP3 que al parecer funcionaba bastante bien. Cabo 64 le siguió en el 2000. No lo fue tampoco por su impecable, elegante y cuidado diseño. Incorporarse a la «revolución musical» que había iniciado Napster necesitaba de otra cosa. Y entonces, propusieron que bajarse la música en Itunes fuese algo accesible (el servicio era barato) pero pasabas a tener infinidad de canciones que no cabían en un CD y, entonces, necesitabas comprarte un Ipod (el producto con el margen); combinando así hardware, software y servicio.
«1.000 canciones en un bolsillo» dijo Steve Jobs al presentarlo y no «dentro de 3 años supondrá la mitad de los ingresos de Apple», como así ocurrió. Dejaron los futuribles a un lado, se centraron en el modelo.
IV. En The Mom Test, Rob Fitzpatrick sostiene que preguntar a tu familia y amigos si tu proyecto les parece una buena idea no conduce a ninguna parte. Recibes elogios, respuestas genéricas, hipotéticos casos, incluso te dan posibles spin offs sobre tu propio proyecto. Pero es todo tu culpa. No deberías preguntarles si les gusta: deberías hablar de sus experiencias vitales en vez de tu película (te quieren, no te querrán ofender). No deberías imaginar, deberías obtener información sobre hechos concretos del pasado en lugar de generalizaciones sobre el futuro (el aprendizaje vendrá de experiencias reales, el resto es ciencia ficción). No deberías soltar a un comentario negativo un «creo que no lo estás entendiendo», deberías hablar menos y escuchar más.
Y añado una última, ante la duda, duda. Solo así, profundizarás tanto en el problema que quieres resolver que llegarás al fondo del asunto, ¡surgirá el modelo!, y será entonces cuando podrás decir bien alto: «tenemos un plan». 3, 2, 1... Acción.